
Durante mi periodo
vacacional en Santander recibimos una visita inesperada y maravillosa, mi
tío Miguel, uno de los mejores amigos de mi padre. Apenas estuvo con nosotros tres días, pero tuvimos tiempo de deshojar al menos un par de noches, y conversar de forma tranquila acerca de tiempos pretéritos y vigilias más perennes. Me confesó, que ahora que se
prejubiló y se mudó a un pequeño pueblo de
Extremadura, lleva una vida tranquila y conscientemente desordenada. Entre otras confidencias, me comentó que una forma de recordar a su viejo amigo y la pasión de éste por la
bossa, era cenar todos los días junto a su mujer alrededor de las doce de la noche y acompañar ese ágape con las melodías brasileñas que nacen cada madrugada del programa de Radio3 “Cuando los elefantes sueñan con la música”. Me pareció un bello y sincero homenaje a la fidelidad.
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