Pese a los consejos de Ksenija y de los viejos habitantes
del lugar decido saltar. Aún recuerdo el golpe seco de las manos abriéndose
camino en el agua. Fue como enterrerar el cuerpo en un granizado de limón
y manzanas verdes. A las pocas horas
caí enfermo, una fiebre intensa se apoderó de mi cuerpo.
Han pasado cuatro años y hoy, padadojas de la vida, tampoco me
encuetro del todo bien. Me pregunto qué esperaba de la vida en aquellos días,
qué miedos me acechaban en el interior profundo de aquellos bosques.
¿Serían los mismos que hoy me rondan? ...