Sentí la brevedad de la belleza impregnada en mi propio sudor. Quise abrazarte y sin embargo los brazos no alcanzaban.
Cómo se dice adiós a un lugar en el cual fuiste feliz,
alejado de la prisa feroz y las almas coléricas.
Cuántas tardes y mañanas lavé la culpa frente a la piel
de esta bahía forestal.
Qué pocos te conocen de verdad y qué bien te sienta
este verde espigado y primaveral.
En ti Madrid desaparece, la escondes y yo resurjo entonces.
El sonsonete de las ardillas, el vuelo convulso de la torcaz o el trino ternario de un mirlo ...
Hogar, refugio y recreo.
En ti Madrid desaparece,
la escondes,
y yo resurjo entonces.
Hasta siempre Casa de campo.