Más allá del viaje físico, lo que verdaderamente nutre el alma es la imaginación, esa bizarría que nos hace volar hasta los límites infranqueables que entrelazan sueño y deseo. Existe una mezcla en mí en estos días de incuria y pereza, producida quizá por este bochorno hormigonado, que implacable, se ha instalado a este lado de la península. Frente a esta consciencia de reconocerme animal en la lumbre, el ritmo diario se ha impuesto y no ha cedido ápice alguno frente al vampiro atmosférico. Mi psique deambula ya sumergida en un futuro próximo, un horizonte fabricado de sal y atardecer, de huellas abandonadas a merced de una marea siempre acechante.
Hasta entonces seguiré bailando osado sobre las brasas de Magerit.